lunes, 27 de agosto de 2012

Crónica Laredo, Texas. El Río Bravo desde acá, pensando en el allá.


Deyssy Jael de La Luz García
Iglesias por la Paz/Centro de Estudios Ecuménicos
22 de agosto de 2012


Los estudiosos de la historia cultural dicen que las fronteras son construcciones sociales, políticas, económicas, inventadas y reinventadas de acuerdo a cada momento histórico. Las fronteras son imaginadas y se expresan territorialmente; se materializan con muros custodiados por personas uniformadas que infunden temor por cargar armas al frente. La intención es frenar el transito humano, e incluso ejercer violencia si es necesario. Nunca la humanidad conoció tantas fronteras amuralladas como en el siglo XX, y su crueldad más sofisticada en lo que va del siglo XXI. Quizá, después del muro de Berlín, las murallas que dividen Palestina de Israel y la que divide México de los Estados Unidos, son las que cobran más vidas, gracias a que alguien tiro del gatillo de un arma… Así, las fronteras son excusas para eliminar al otro y justificar políticamente las muertes fronterizas. 

Llegamos a Laredo, Texas para hacer un acto público de solidaridad con los migrantes que estaban del otro lado de los Estados Unidos. Ese día, justamente se conmemoraba un año de la masacre en San Fernando, Tamaulipas en donde fueron brutalmente asesinados más de 70 migrantes centroamericanos y sudamericanos, en manos del crimen organizado. Estuvimos frente al Río Bravo; las consignas de ambos lados fueron la voz que nos dio fuerza para estar de pie ante un lugar que es conocido históricamente como un territorio de nadie: polleros, violaciones, ahogados, fueron algunas de las palabras que recordé de los relatos que mis tíos me contaban cuando era niña, sobre su cruce por el Bravo. 

Enrique Morones activista de Ángeles de la Frontera nos decía que si Ciudad Juárez es el epicentro del dolor, Tamaulipas es el epicentro del horror. Guardamos silencio en memoria de los migrantes muertos y los no identificados. Fue muy impactante ver cuando Sicilia estaba dando un mensaje a los hermanos del otro lado del Río Bravo, una patrulla fronteriza pasar a toda velocidad en una moto de agua. Pensé qué cuantas personas habrían muerto de noche debajo de las espirales de esa moto. Ese día 24 personas murieron al intentar cruzar… horas antes los de la Caravana habíamos pedido perdón por todo lo sucedido en Tamaulipas.

Para terminar la noche, después de ese acto simbólico estuvimos en una vigilia, en el Parque de Laredo donde se encuentra la valla. Sicilia dio un mensaje que me hizo reflexionar sobre el sentido de unir los dolores y las tragedias en un solo proyecto. “La agenda de la Paz la escribimos todos aquellos que hemos salido del dolor. Los que han dejado de ser pasivos, y reconocemos que hay que pedir perdón a quienes también tienen dolor. El perdón es una voluntad de gracia donde sobreabunda el amor. Pero el perdón debe pasar por una enmienda… los gobiernos tienen que pedir perdón por ello”. Creo que este mensaje es un llamado a las espiritualidades en el proceso de la construcción de la Paz, de participar en esa agenda, y sobre todo dar una palabra sobre el perdón como un don que no acepta el olvido, ni tampoco la venganza, ni el ocultamiento de la realidad. El papel de las espiritualidades y las religiones que hoy presencian este ejercicio de memoria colectiva cívica y pública emprendida por el MPJD, debe acallar el no-olvido de la memoria para sostener la voluntad del olvido de lo inolvidable, y acompañar ese proceso de desatar la ira, el coraje, la sed de venganza y el sufrimiento, y atar caso de haberlo… Ese es un reto para Iglesias por la Paz.

Después de compartir los testimonios de ambos lados de la frontera y haber sido bendecidos por el párroco del lugar, caminamos con velas en la oscuridad… Tocamos la valla y se dejaron escuchar, los nombres y las intenciones que nos han llevado a emprender esta Caravana, reconociendo que no debían morir. Pasamos lista por las tragedias que este gobierno calderonista no ha querido reconocer. Dijimos ya no más al silencio.

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